Detalle del mural de RODOLFO MEDINA, artista plástico argentino contemporáneo, emplazado en la estación San Martín del Subte C de Buenos Aires

24/5/10

ESTRENO Y CUMPLEAÑOS 2010

CUMPLIMOS VEINTE AÑOS COMO COOPERATIVA TEATRAL "EZEQUIEL SORIA". Los festejamos con el elenco y la puesta originales. Nuestra dedicatoria a los compañeros Daniel Pagliaro y Claudio Torres. Nuestra bienvenida a los compañeros Carlos Vanadía, José Luis Deus y Ariel Barletta.

JUNIO 2011

MUESTRAS EN VIDEO DE LA PUESTA 2011

http://youtu.be/UDL6J1CJapo


http://youtu.be/S66b5L3wBLM


http://youtu.be/eO1QRAUEs-U

12/11/09

Breve historia de la Cooperativa Teatral "Ezequiel Soria"

La Cooperativa Teatral "Ezequiel Soria", fue creada con motivo de la puesta en escena de "Tres Jueces para un largo silencio" obra de Andrés Lizarraga en el año 1990.
Integrantes (de izquierda a derecha, parados)
Alfredo Palomeque (escenógrafo), Horacio Carbone (Viamonte, Juez III), Jorge Mundani Vegega (Balcarce), Daniel Posik (Monteagudo), Ruben Pastoriza (Farías, Juez II), Alejandro Mato (Padilla, Argerich, Bolaños, Zapiola, Soldado), Angel Claudio Torres (Alvarado, Juez I), Daniel Pagliaro (Castelli), Alberto A. Lucero (Director).

En el programa de mano de aquella oportunidad, el Director escribió: el equipo precedente trabajó sobre una versión que respetó al máximo el texto original, llevando al extremo una opinión del autor mismo: "apoyarse en el sentido revolucionario de Castelli, no para juzgar interpretaciones históricas, sino hechos, aconteceres históricos". De modo tal que también hemos transgredido el tiempo de la representación, evitando así cualquier paralelismo arqueológico con la Historia Argentina.

La obra se representó sobre un escenario circular en Mayo de 1990.
La sala del estreno fue Centro cultural Nuestra América, Mario Bravo 555, Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Sala, hoy 2009, desaparecida.

11/11/09

LA TAREA




Trabajar apostando a una nueva mirada sobre el mismo conflicto, por ahora es la tarea que abordamos.
Estamos inmersos en el conflicto que plantea Lizarraga y la pregunta no se agota, ¿qué estamos dispuestos a realizar para lograr resolverlo?Nos planteamos

30/9/09

19 años después

¿Por qué la misma obra, con los mismos actores, diecinueve años después? No hay, al menos una, razón. Existen varias, muchas en realidad. Pero sí sabemos que no es por nostalgia.


Tal vez las palabras del propio Bernardo de Monteagudo, en la Gazeta de Buenos Ayres, del 3 de noviembre de 1811, nos pueda dar una idea de algunas razones que no han perdido vigencia.

PATRIOTISMO
Por BERNARDO MONTEAGUDO

La Gazeta de Buenos Ayres, noviembre 3 de 1811.

“Todos aman a su patria, y muy pocos tienen patriotismo: el amor a la patria es un sentimiento natural, el patriotismo es una virtud: aquél procede de la inclinación al suelo donde nacemos, y recibimos las primeras impresiones de la luz, y el patriotismo es un hábito producido por la combinación de muchas virtudes, que derivan de la justicia. Para amar a la patria basta ser hombre, para ser patriota es preciso ser ciudadano, quiero decir, tener las virtudes de tal. De aquí resulta que casi no tenemos idea de esta virtud, sino por la definición que dan de ella los filósofos; a todos oigo decir que son patriotas, pero sucede con esto lo que con los avaros, que en apariencia son los mas desinteresados, y a juzgar de su corazón por los sentimientos que despliegan sus labios, se creería que el desinterés es su virtud favorita. La esperanza de obtener una magistratura o un empleo militar, el deseo de conservarlo, el temor de la execración pública y acaso un designio insidioso de usurpar la confianza de los hombres sinceros; éstos don los principios que forman los patriotas de nuestra época. No lo extraño; el que jamás ha sido feliz sino por medio del crimen, del disimulo, y de la insidia, se persuade de que hay una especie de convención entre los hombres, para ser solo virtuosos en apariencia; sin advertir que esta moral varía según los tiempos, y que solo es propia de esos desgraciados pueblos, donde el ruido fúnebre de las cadenas que arrastran, los hace meditar cada día nuevos medios de envilecerse, para ser menos sensibles a la ignominia.
El que no tenga un verdadero espíritu de filantropía o interés por la causa santa de la humanidad, el que mire su conveniencia personal como la primera ley de sus deberes, el que no sea constante en el trabajo, el que no tenga esa virtuosa ambición de la gloria, dulce recompensa de las almas grandes, no puede ser patriota, si usurpa este renombre es un sacrílego profanados. Yo compadezco a los americanos y me irrito contra esos atrabiliarios pedagogos que venía del antiguo hemisferio a inspirarnos todos los vicios eversivos de esas grandes virtudes: ellos merecen nuestra execración, aun cuando no sea más que por la barbarie e inmoralidad que nos han dejado en patrimonio. Solo la fuerza del genio o del carácter que infunde nuestro clima ardiente, ha podido vencer el hábito casi convertido en naturaleza, y descubrir por todas partes espíritus dispuestos a hacer frente al error y a la preocupación. Sigamos su ejemplo y hagamos ver que somos capaces de tener patriotismo, es decir, que somos capaces de ser libres, y de renovar el sacrificio de Catón después de la batalla de Farsalia, antes que ver tremolar nuevamente el pabellón de los tiranos, y quedar reducidos a la ignominiosa necesidad de postrar delante de ellos la rodilla, y saludarles con voz trémula para subir luego al suplicio, como lo hacían los romanos en le época de su degradación
Mas no perdamos de vista, que nuestra alma jamás tomará este temple de vigor y energía, mientras nuestro corazón no se interese en la suerte de la humanidad y entremos a calcular los millares de hombres existentes y venideros, a quienes vamos a remachar las cadenas con nuestra s propias manos si somos cobardes, o sellar con las mismas el decreto de su libertad e independencia, si somos constantes. Yo veo envueltos en el caos de la nada a los descendientes de la actual generación, y mi alma se conmueve y electriza cuando considero que puedo tener alguna pequeña parte de su destino: pero después me digo a mi mismo, ¿es posible que las sectas del fanatismo, y los sistemas de delirio tengan tantos mártires, apóstoles y prosélitos; al paso que la causa de los hombres apenas encuentra algunos genios distinguidos que la sostengan y defiendan? Yo me veo obligado a inferir de aquí que son pocos los patriotas, porque son pocos los que aman la causa de sus semejantes: y si algunos la aman, su conveniencia personal, y poca constancia en el trabajo los convierte en refinados egoístas.
Muy fácil sería conducir al cadalso a todos los tiranos, si bastara para esto el que se reuniese una porción de hombres y dijesen todos en una asamblea, somos patriotas y estamos dispuestos a morir para que la patria viva: pero si en medio de este entusiasmo el uno huyese del hambre, el otro no se acomodase a las privaciones, aquél pensase en enriquecer sus arcas, en dilatar sus posesiones, en atraerse por un lujo orgulloso las miradas estultas de la multitud, y éste temiese sacrificar su existencia, su comodidad, su sosiego prefiriendo la calma y el letargo de la esclavitud a la saludable agitación y dulces sacrificios que aseguran la libertad: quedarían reducidos todos aquellos primeros clamores a una algarabía de voces insignificantes, propias de un enfermo frenético que busca en sus estériles deseos el remedio de sus males. Pero quizá me dirá el pusilánime egoísta, que su espíritu se resiente de una empresa tan ardua, y que la incertidumbre del éxito hace fluctuar su resolución: y yo pregunto, ¿en qué está la incertidumbre? Las circunstancias son favorables, los enemigos interiores que tenemos no pueden hacer progresos sin destruirse, y los mismos cuidados que nos causan hacen un contraste a las rivalidades recíprocas que nunca faltan: las potencias europeas se hallan como encadenadas por sus mismos intereses, y ninguna nación emprende conquistas en los momentos que teme debilitarse: hará tentativas cautelosas, y aún las ocultará porque su descubrimiento podría influir en los celos, y apoyar los cálculos de sus vecinas: nuestros recursos por otra parte no son mezquinos: tenemos brazos robustos, frutos de primera necesidad, y para abundar en numerario bastará que el gobierno considere lo imperioso de las circunstancias, y el arbitrio inevitable que han tomado las naciones en igual caso. ¿A qué ese monopolio de caudales en tres o cuatro individuos; quizá enemigos del sistema? A ninguno se le quite lo que es suyo, ¿pero por qué no suplirá el estado sus urgencias con los caudales de un poderoso, que en nada contribuye; especialmente cuando la constitución protege sus mismos intereses, y puede asegurar el reintegro de un suplemento? Desengañémonos, la incertidumbre del éxito, sino de nosotros mismos: seamos patriotas, esto es, amemos la humanidad, sostengamos los trabajos, prescindamos de nuestro interés personal y será cierto el éxito de nuestra empresa.
Bien sé que hay muchas almas generosas, que desembarazadas de todo sentimiento servil, no tienen otro impulso que el amor a la gloria: éstas no necesitan sino de sí mismas para hacer cosas grandes: ellas imitarán al intrépido romano que inmoló sus propios hijos para salvar la patria, y emularán la virtud de los trescientos espartanos, que se sacrificaron en el paso de las Termópilas por obedecer a sus santas leyes. La mano del verdugo, el brazo de un déspota, el furor de un pueblo preocupado, nada intimida a los que aman la gloria. Seguros de que vivirán eternamente en el corazón de los buenos ciudadanos, ellos desprecia n la muerte y los peligros con tal que la humanidad reporte alguna ventaja de sus esfuerzos. Esta clase de hombres es la que expulsó de Roma a los Tarquinos, la que dio libertad a la Beocia, a la Tesalia y a toda la costa del mar Egeo; la que hizo independiente a la América del Norte en nuestros mismos días, y la que formará en la del Sud un pueblo de hermanos y de héroes. No hay dificultad, ya veo la aurora de este feliz día. ¡Oh momento suspirado! Las almas sensibles te desean, y se preparan a sufrir toda privación, todo contraste por tener la gloria de redimir la humanidad oprimida: los patriotas de corazón han jurado no acordarse de sí mismos, ni volver al seno del descanso hasta afianzar en las manos de la patria el cetro de oro, y ver espirar al último tirano, a manos del último de los esclavos, para que no queden en nuestro hemisferio sino hombres libres y justos.”

Editado en “POESÍA Y PROSA DE LA REVOLUCION DE MAYO” (selección)
Editorial La Mandrágora, 1963, Buenos Aires.
Prólogo de M.H.G. de Vasena